Alergia alimentaria. Generalidades

Si hace 25 años la alergia alimentaria infantil era una enfermedad testimonial, donde solo un porcentaje muy bajo de la población tenía algún problema relacionado con la ingestión de los alimentos, hoy en día en un problema real en cualquier segmento de edad, pero especialmente en niños. Pero lo más preocupante es que estos porcentajes se incrementan significativamente cada año y aparecen nuevos alimentos responsables. Un claro ejemplo de alergia a nuevas fuentes es el del kiwi. El kiwi (o variedades, como el kiwi amarillo), es un fruto introducido en nuestro país hace unos años. En este tiempo las reacciones alérgicas a esta fruta se han multiplicado de forma exponencial, hasta convertirse en una fuente alergénica de especial severidad.

Aunque los datos son realmente variables, actualmente se estima que un 30% de los niños que viven en países occidentales pueden estar sensibilizados a alimentos. Esto no significa que tengan algún problema tras la ingesta del alimento, pero sí que tienen elevados los niveles de inmunoglobulinas específicas que reaccionan contra estos alimentos. En un estudio reciente que publicamos en una revista científica, poníamos de manifiesto que la sensibilización al tomate en la población se acercaba al 7%, sin embargo, más de un 90% de estos pacientes no tenían ningún síntoma al comerlo, o si lo tenían, era tan leve que no le daban importancia.

Mucho hay que hablar de alergia alimentaria, como por ejemplo el describir cuales son los alimentos más potentes alérgicamente hablando, o qué son las reactividades cruzadas entre alimentos, o como son las pruebas diagnósticas y cuando debemos tomarnoslo en serio, etc. Pero también existe algo de mito entorno a las reacciones alérgicas a alimentos. Centrémonos en este artículo en distinguir entre dos conceptos importantes: alergia o intolerancia.

 

Alergia alimentaria o intolerancia alimentaria

Algunos de los síntomas de ambas patologías son muy similares y pueden confundirnos a la hora de identificarlo. Sin embargo, existen diferencias claras al respecto. Mientras que una intolerancia suele estar asociada a un malestar general, la reacción alérgica va a ir acompañada de una reacción específica que puede amenazar la vida del alérgico.

La intolerancia se produce como consecuencia de una respuesta que tiene lugar en el aparato digestivo y se produce cuando el organismo no tolera el alimento por diversas razones, como deficiencias en los enzimas que se encargan de la digestión o debido a reacciones producidas por aditivos o compuestos químicos de los alimentos. En muchas ocasiones, si los pacientes ingieren pocas cantidades del alimento no tolerado, no suele haber problemas.

En las reacciones alérgicas, el responsable es el sistema inmune. En este caso el organismo reacciona exageradamente provocando una reacción más o menos grave. Los síntomas suelen manifestarse como lesiones en la piel, en forma de eritemas o abones y suelen desencadenar trastornos gastrointestinales, como vómitos y diarreas, y de forma menos frecuente, dificultades respiratorias. La reacción más grave, que incluso puede desencadenar en la muerte, es la anafilaxia. Se caracteriza por una reacción muy rápida que puede llevar a una dificultad respiratoria, mareos y desmayos. En este caso es urgente el acudir a un centro médico para revertir la reacción.

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